Karen y Edward

Nunca imaginé que una simple decisión sería el principio de tan bellos recuerdos. Edward llegó a mi vida cuando más lo necesitaba, y sé que en cierto modo es algo recíproco. Me siento feliz de poder corresponder a las buenas emociones y sentimientos que me ha transmitido desde el primer día. Conocerle me llenó de confianza e inspiración. Al igual que en las películas románticas, todo empezó en medio de la incertidumbre y los obstáculos. Yo estaba en mi país, y Edward, en Estados Unidos. Pensaba que sería imposible verlo en un futuro cercano, porque entre mis planes no estaba el de viajar, y al mismo tiempo tenía que solucionar algunos problemillas. Pasaron los días, y nuestras conversaciones se volvieron cada vez más largas y profundas. Los mensajes al amanecer empezaron a ser el pan de cada día, y la confianza fue creciendo sin frenos. Todo se hizo más y más intenso, hasta que llegó un punto en el que nos moríamos de la ilusión por quedar en persona. No podíamos esperar más. Quería que ese momento llegara rápido y era lo único en lo que pensaba todos los días. Compré mi vuelo y viajé a su país con la esperanza de que todo saliera como estaba previsto. Temblaba de los nervios, porque era algo que nunca había hecho por nadie, pero confié en él y me arriesgué. El día del encuentro conectamos desde el primer momento. Sentí que la confianza y seguridad que me brindó a miles de kilómetros durante tanto tiempo siempre fue auténtica y que la decisión había merecido la pena. Edward me estaba esperando con un precioso ramo de rosas. Me invitó a cenar a un restaurante, yo pedí un plato enorme de carne y él algo más ligero. Terminamos la velada con unos deliciosos cócteles. La atracción física era evidente, y mientras cenábamos me hizo picotear un trozo de comida de su boca. Entre risas y conversaciones agradables nos sentíamos cómodos y felices. Llegó la hora de despedirnos y pensé que pasarían varios días antes de que pudiera volver a verlo, ya que tenía días muy ocupados de trabajo, pero una vez más me demostró que yo era importante para él y que haría todo lo posible por conseguir tiempo libre para volver a verme. Otro día quedamos a la misma hora en un lugar diferente, y dimos un paseo por el parque, y después fuimos a tomar un café y nos dimos nuestro primer gran beso. Desde entonces estamos hechos el uno para el otro y cada día nos esforzamos para forjar algo valioso.

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